EL DOBLE RASERO ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN HOLLYWOOD

Todos alguna vez hemos visto una película de Hollywood, y muchos hemos pensado en lo maravilloso que debe de ser adentrarse en ese mundo de fama, reconocimiento y éxito en el que los actores están sumidos, pues sus películas están impregnadas de esa aura de glamour y prestigio tan mágica y a la vez tan surrealista.
 
Ahora bien, es cierto que algunas películas visualizan y critican aspectos injustos en la industria, como Bombshell, que se centra en la misoginia y el machismo que sufren las periodistas de una empresa de comunicación donde son víctimas del abuso de poder de sus jefes. Hay incontables casos así y la mayoría no han salido a la luz. Sin embargo, sí se conoce el caso de Shelley Duvall, el cual explica y ejemplifica perfectamente ese abuso de poder por parte de hombres en altos cargos (en este caso, de un director de cine) hacia mujeres en rangos laborales inferiores a los de ellos.
 
Imagina por un momento rodar 127 veces una escena en la que tu marido te quiere matar. Esto es lo que tuvo que vivir Shelley Duvall cuando rodó El Resplandor en 1980. Su magnífica actuación no es fingida, pues es el resultado del excesivo estrés al que estuvo sometida, hasta el punto de que acabó deshidratada de tanto llorar y con heridas abiertas en las manos de tanto sujetar el arma. En otra escena, Jack Nicholson destroza la puerta del baño donde ella se encuentra, la cual se rodó 64 veces en 3 días consecutivos. Ella se acercó a su compañero Jack para decirle que estaba agotada y que se le estaba cayendo el pelo a mechones por el alto nivel de estrés.
 
Shelley Duvall en el rodaje de El resplandor (1980). Foto publicada en SModa (El País)
 
Si al menos el ambiente del rodaje hubiera sido amable, acogedor y respetuoso hacia la actriz, habría sido un poco más fácil rodar estas escenas, pero el director Stanley Kubrick quería generar en Duvall el sentimiento de soledad, aislamiento y miedo que sentía su personaje. Para ello, no solo castigaba y despreciaba a la actriz, sino que además no la avisaba de las escenas que se iban a grabar para que su reacción fuera real. En el culmen de su sufrimiento, el mismo director pidió al equipo que la aislaran y no la ayudaran durante los trece meses que duró el rodaje.
 
Como consecuencia de esta exclusión colectiva y del maltrato por parte de Stanley y Jack, la actriz cayó en depresión acabando con su carrera, como tantas otras actrices en el mundo del cine. La ironía de esta triste situación es que los críticos calificaron su actuación como “sobreactuada y cómicamente mala”. De hecho, en una entrevista en 2016, Duvall dijo: “todo lo que diré es que, si el director no hubiese hecho lo que hizo con tanta fuerza y crueldad, no habría obtenido el mismo resultado”. Por esta entrevista recibió muchísimos comentarios negativos sobre su físico, cuando la realidad es que hizo esta aparición para seguir pagando su tratamiento psiquiátrico 26 años después del estreno de la película.
 
 Duvall durante una entrevista en 2016. Foto publicada en Celebrity.fm
Este mismo poder que obtienen y del que abusan los hombres cuando acceden a altos cargos es el que les hace impunes de delitos de abuso de cualquier tipo hacia mujeres bajo su cargo o, simplemente, hacia cualquier mujer. La lista de ejemplos es interminable y cuenta con nombres tan reconocibles como Roman Polanski o Harvey Weinstein. Son casos largos y complejos, pero intentaré ser lo más concisa posible.
 
En 1977, el director Roman Polanski viola a Samantha Geimer, una niña de 13 años, durante una sesión de fotos. Cuando su madre se entera, lo denuncia. Este mismo año, Polanski entra en prisión, sin obviar que el juez del caso reconoció que “la adolescente ya era madura físicamente” y que “hubo indicios provocativos por parte de la niña” (afirmaciones completamente vergonzosas y, por supuesto, falsas). Sin embargo, Polanski sale de prisión a los 42 días gracias a su elevado estatus y poder económico para posteriormente fugarse a Francia. Veinticinco años después, Geimer lo denuncia por asalto sexual y la condena del director se limita a pagar medio millón de dólares. En 2003, con Polanski en el foco mediático por ganar el Oscar por El Pianista, la propia Geimer, exhausta por el acoso y el cuestionamiento público constantes, pide que se entierre el caso. El juicio iniciado en el 77 se alargó hasta que finalmente Francia extraditó al director y, en 2010, fue recluido provisionalmente... hasta ser liberado otra vez.
 
Entre todo este escándalo, The New York Times publica en 2017 un artículo donde se acusa al conocido productor de cine Harvey Weinstein de abusar sexualmente de más de 80 mujeres en la industria del cine, entre ellas, actrices muy reconocidas como Angelina Jolie, Salma Hayek, Lupita Nyong’o o Uma Thurman, entre los años 1980 y 2015. En el artículo se incluyen 18 denuncias por violación. El director niega los hechos, pero se demuestra su culpabilidad en la violación de 17 mujeres, por lo que finalmente lo condenan a 23 años de cárcel (los cuales serán aumentados a 39 en el 2022 por la evidencia de más violaciones).
 El director de cine Roman Polanski. Foto publicada en People.
Esto, sumado a las denuncias por abuso sexual contra importantes hombres de la industria por parte de muchas mujeres, incluidas actrices, genera el escenario perfecto para el revolucionario movimiento #MeToo, el cual se posiciona en contra de las dinámicas de poder y abuso en Hollywood y a favor de las mujeres víctimas de ellas. Finalmente, en 2018 Bill Cosby y Roman Polanski siguen los pasos de Harvey Weinstein y son expulsados de la Academia de Hollywood, aunque Polanski anuncia que denunciará a la organización (afirmación, a mi parecer, deplorable y con la que cayó aún más bajo después de los delitos cometidos.)
 

Manifestantes durante las protestas del movimiento #MeToo. Foto publicada en MPR News
 
Me gustaría animar a los lectores a buscar en internet los siguientes nombres: Roman Polanski y Amber Heard (por separado), para que vean cómo, al buscar Amber Heard, lo único que aparecen son noticias sobre el juicio contra Johnny Depp y lo malvada que es por haberlo denunciado falsamente y por haberlo maltratado. En cambio, si se busca a Roman Polanski, aparecen todas sus películas y logros, pero en ningún momento se menciona nada sobre el porqué de su expulsión de la Academia o sobre las acusaciones de violaciones y abusos sexuales.
 
Por último, es necesario aclarar que no hablo de diferenciar el arte del artista, pero creo que hay límites, y si alguien ha cometido crímenes tan graves como el abuso sexual infantil, merece, como todos nosotros, una sentencia de prisión como pena y, por supuesto, el impedimento de hacer más películas y, por lo tanto, de ganar más premios, como (aunque tarde) se hizo con Weinstein. 
 
Violeta Bisquert (2º Bach. C)

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