COLUMNA DE "UN SECTOR MODERADAMENTE DESCONTENTO"

Es un pájaro, es un avión... ¡Es un profesor que viene a quitarte el móvil! 

 

 

Imagina un día cualquiera en la caverna del Ramon Llull, estás cazando tu almuerzo tranquilamente en el patio, socializando y pintando coloridas obras rupestres en los muros del instituto. Sales del aula de informática, donde las piedras se hacen pasar por esas maquinitas que distraen a los jóvenes, cacharritos modernos que hacen luces, y de repente... PUM, atraviesas la puerta de la cueva a las 14:00 y entras de nuevo en el siglo XXI. 

 

Mientras tanto en el interior de la prehistoria, unos pocos elegidos, socialmente superiores, miran por encima del hombro a los pequeños especímenes con mochila a los que han despojado de sus juguetitos, por su bien. Que socialicen. Sin su móvil. En silencio. Hace unos cuantos años en la cueva esta se descubrió el fuego, pero la luz solo llega a unos pocos. El resto se mueren de hambre. Pobre del que trate de contradecir a los dioses. 

 

“Es una herramienta”, exclusiva de la raza superior, que no permitirá bajo ningún concepto que esta innovadora tecnología llegue a las mentes simplistas, ¿por qué? ¿Es por tradición? Debe ser, que no se pierdan nunca las viejas costumbres. Papel y boli. Piedra y cincel. Suena absurdo teniendo en la palma de la mano, perdón, apagado y en la mochila, el acceso casi instantáneo a una fuente de información ilimitada, desde donde asimismo acceder a notas, calculadora, grabadora de voz, sintetizadores de apuntes, juegos didácticos, las mil hojas por asignatura que se nos fuerza a imprimir... Los árboles lloran. Los especímenes también. Las copisterías sonríen. 

  

¿Por qué no implementar esta invención en el desarrollo de las clases? ¿Es por ego? ¿Superioridad? ¿Una razón más allá que desconocemos desde la caverna? Es porque no sabemos hacer un buen uso de la tecnología. Curioso. Los que supuestamente abusamos de ella. Si ese es verdaderamente el motivo, no se me ocurre mejor lugar que la casa de la enseñanza para instruirnos en el sabio manejo de esta, a fin de integrarnos exitosamente en una sociedad digital, que se desarrolla sin nosotros de puertas para afuera, fuera de la caverna... y cada vez más rápido. 

 

Véase cómo un día pasaron por la cueva unos ilustres a dar una charla y los micrófonos, sabedores de dónde se encontraban, enmudecieron. Alérgicos a la caverna y su falta de señal. Ni tan siquiera una mísera foto proyectada de fondo, o un par de diapositivas con los nombres de los ilustres y algo de color.  Destaco otro episodio reciente, donde nos llegó un fatídico correo mal escrito, mal traducido, por el que alguien tuvo que redactar un segundo correo de prisa y corriendo a fin de rogar disculpas. Esta vez, por suerte, no estaba plagado de horrorosas faltas de las que se hacía culpable al pobre Salt traductor. A la hoguera. Cualquiera haría caso omiso al inocente error, pero si se tratara de un alumno el que se equivocara traduciendo... Dios, o mejor, los dioses, se apiaden de su alma. Como este caso otros tantos, en los que si el error es del espécimen se le penaliza, mas si es del ser superior, entonces la culpa pasa a ser de la tecnología, de los teclados, impresoras y fotocopiadoras, objetos futuristas abominables que, en defensa de los privilegiados, cierto es que rara vez en este lugar funcionan como deberían. 

 

Ya nos estamos quedando atrás en comparación con institutos más modernos, donde al menos la mitad de ordenadores se pueden encender. Ni hablar de países vecinos, donde no solo se utilizan dispositivos dedicados al estudio, como tablets para cada alumno, por ejemplo; sino también softwares que ayudan en el desarrollo de las clases: la toma de apuntes digitalmente resultaría mil veces más veloz. Sin embargo, lo más vital del asunto, la verdadera diferencia, reside en que allí en esas utopías digitales, hay una mínima intención por avanzar en lo que a educación se refiere, mirar ya no hacia el futuro lejano sino hacia un presente digital y tecnológico que aporrea el portón de metal con firmeza, mientras la insonorizada cueva prehistórica se mantiene así, anticuada e impasible. 

 

Nos vamos a extinguir, como los dinosaurios que somos aquí dentro. 

 

Atentamente, 

Un sector moderadamente descontento. 

 

 

 

 

Disclaimer: Conste en acta que este inocente artículo no busca ofender a ningún ser superior, a quienes admiramos y veneramos con efusividad. Entendemos cualquiera que sea el motivo para su reticencia y a falta de un término mejor, desprecio hacia la era tecnológica y aquellos que tuvieron la poca fortuna de nacer en ella. Creemos firmemente en que las especies subdesarrolladas serían capaces de aprender responsabilidad y autocontrol... si se les inculcara, lógicamente; pero para poder educar primero hay que saber, entender, aprender... ¿Sobre quién recae esa responsabilidad? ¿Es culpa de la subespecie haber nacido con esa condición? Saber teclear con los pulgares no nos convierte en brujas del s.XVI, no busquen ustedes imitar la Santa Inquisición.

Comentaris

  1. Ja publicat a https://revistaramonllull.wordpress.com/2024/12/03/es-un-pajaro-es-un-avion-es-un-profesor-que-viene-a-quitarte-el-movil/

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