LA TRAGEDIA DEL NÚCLEO DEMONÍACO
Las armas nucleares están muy presentes en las noticias últimamente, y su amenaza es mayor que nunca. Estamos todos más que familiarizados con su capacidad destructiva y su manera de reducir ciudades a cenizas en unos pocos segundos. Hiroshima y Nagasaki fueron las dos primeras (y esperemos que últimas) ciudades en ser arrasadas por una bomba atómica. La pérdida de estas ciudades japonesas entre el 6 y el 9 de agosto de 1945 dio suficientes motivos al país para rendirse el 15 de agosto del mismo año. ¿Pero sabíais que Estados Unidos tenía en desarrollo una tercera y aún más peligrosa bomba nuclear?
Bombardeo de Hiroshima y Nagasaki.
“Rufus” era el apodo que recibía la tercera bomba atómica que sería detonada en la ciudad de Tokio, pero como ya he mencionado, Japón se rindió antes de que diera tiempo a usarla. El núcleo de este arma fue transportado a un laboratorio de Los Álamos, en Nuevo México, para futuras investigaciones. Este núcleo, al igual que el de otras armas atómicas, está irradiado con el isótopo radiactivo Pu-239, el cual tiene una propiedad muy inusual: es capaz de dividirse de manera exponencial en forma de una reacción nuclear, lo que libera una enorme cantidad de energía y causa su detonación. El estado en el que está a punto de causar esta reacción se denomina supercrítico.
Bien, las investigaciones realizadas en el laboratorio de Nuevo México consistían en aproximar el núcleo lo más cerca posible al estado supercrítico. Obviamente, esto era muy peligroso, ya que un movimiento en falso podría causar que el núcleo comenzara a emitir cantidades letales de radiación. Teniendo en cuenta los peligros involucrados, el famoso físico Richard Feynman describió el experimento como “hacer cosquillas en la cola de un dragón dormido”. Lamentablemente, sus palabras se hicieron realidad.
El físico Harry Daghlian hospitalizado.
Harry Daghlian, un físico estadounidense, comenzó en 1945 a experimentar con la criticidad de este núcleo. Sus ensayos consistían en colocar ladrillos de tungsteno alrededor del núcleo para reflejar los neutrones en él. Un día, el 21 de agosto de 1945, mientras estaba acercando los ladrillos al núcleo, uno de estos se le escapó de las manos y cayó encima del núcleo. Aunque Henry tardó menos de un segundo en apartar el ladrillo, su destino ya estaba sellado, pues el núcleo alcanzó el estado supercrítico y una luz azul seguida de una onda de calor emanó de él. Después de pasar 25 días en coma, Daghlian murió por la exposición a la radiación.
Desgraciadamente esta no sería la última víctima de la experimentación con el núcleo. Louis Slotin, un físico compañero de Harry Daghlian en el Proyecto Manhattan, continuó con los experimentos de su colega un año después. En este caso el experimento era distinto: en vez de utilizar ladrillos de tungsteno, Slotin colocó el núcleo entre dos semiesferas de berilio, las cuales debían estar separadas por dos cuñas para evitar que envolvieran por completo el núcleo, lo que causaría que entrara en estado supercrítico. Slotin, aunque brillante, era muy imprudente: en vez de utilizar cuñas para separar las semiesferas, utilizó un simple destornillador. Esto causó que el 21 de mayo de 1946, mientras realizaba una presentación del experimento para otros siete compañeros, se saliera el destornillador, las piezas de berilio se cerraran sobre el núcleo y este entrara en estado supercrítico. Todos los miembros del experimento y guardias de seguridad sufrieron las consecuencias: murieron debido a las quemaduras por radiación.
Debido a este suceso, las autoridades decidieron detener las investigaciones acerca del núcleo y fundirlo para más tarde emplearlo en la construcción de otras armas atómicas. Las tragedias alrededor de la investigación del núcleo hicieron que este recibiera el apodo de “Demon core”.
Las desgracias que ocurrieron durante los experimentos de criticidad realizados por Daghlian y Slotin son claros ejemplos del horripilante e invisible poder de la radiación nuclear. Slotin y Daghlian eran dos grandes científicos, pero sus descuidos llevaron a la muerte de más de 10 personas. Si ellos no hubieran llegado a corregir sus errores en el momento, es posible que la vida de centenares de personas hubiese corrido peligro. Desde entonces, la seguridad a la hora de realizar experimentos peligrosos como este ha aumentado muchísimo, por lo que episodios como este no se han vuelto a repetir. Sin embargo, es difícil confirmar algo así, puesto que la información acerca de experimentos con armas nucleares no se suele revelar al público...
Manuel Chiner (4º ESO)
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