Falta de criterio

Un nuevo estudio realizado a nivel global por el Centro de Investigación Pew, en Estados Unidos, revela que, salvo participar en las elecciones, muy pocas personas intervienen tiempo en algún otro tipo de activismo político en su día a día. Concretamente, tan solo tres de cada diez encuestados aseguran haber contribuido en alguna actividad de compromiso político y social más allá del voto. Y es que, si miramos a nuestro alrededor, nos podremos dar cuenta de que realmente conocemos a muy poca gente con inquietudes políticas reales. 

En edades jóvenes mayoritariamente, solo algunos estarán en condiciones de debatir sobre temas de actualidad con conocimiento en la materia y con argumentos de calidad, solo unos pocos dedicarán tiempo de sus ajetreadas rutinas a ojear diferentes artículos o vídeos en la red que informen sobre asuntos que estén de moda y un número muy reducido llevará a cabo activismo ciudadano a través de su empleo, de una plataforma de estudiantes o de sus redes sociales, por ejemplo. En la sociedad actual, es un hecho que los ciudadanos y ciudadanas que de verdad se interesan activamente por la política son la excepción. 

Estas realidades derivan de un desinterés generalizado por la política. Es común escuchar voces que aseguran que el activismo político no sirve para nada o que todos los militantes políticos son corruptos o querrían serlo, por lo que no tiene ningún sentido tratar de participar en la legalidad estatal. Cuando todos estos toman la libre decisión de mantenerse imparciales ante los dimes y diretes que rigen la sociedad, están pasando por alto algo muy importante: no están teniendo en cuenta a quiénes les interesa que piensen que no es necesario tener opinión ni juicio político. Efectivamente, aquellos magnates y grandes empresas que mueven los hilos al margen de la vida política pública, los mismos que quieren que nada cambie, están encantados de que no entremos a valorar críticamente lo que sucede a nuestro alrededor. Por tanto, los que todavía tenemos mucho por ganar deberíamos ser los primeros interesados en tratar de implicarnos, cada uno de la forma que considere, en la vida política. Porque como ya dijo Platón, “el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”.


Esta imparcialidad de muchos ciudadanos y ciudadanas hacia cuestiones que les repercuten directamente, como por ejemplo, la brecha salarial, el cambio climático, la subida del precio de la luz o la gestación subrogada, es consecuencia de una palpable carencia de opinión crítica. Esta privación del criterio propio es, a su vez, consecuencia de una realidad estructural que caracteriza nuestra sociedad. Todos nacemos como lienzos en blanco, y a lo largo de nuestro crecimiento, diversos agentes externos van describiendo quiénes somos, un esbozo que tal vez jamás dibujaríamos por nosotros mismos. Nos pasamos la vida obedeciendo e intentando encajar en unos parámetros que ni siquiera sabemos quién ha impuesto, desde el colegio hasta la universidad o el mundo laboral. Y llega un momento en el que te planteas quién eres realmente. Pero, en muchas ocasiones no tienes ni idea, has estado escuchando desde que tienes uso de razón lo que supuestamente habías de hacer, porque así lo dictaba la sociedad. Sin embargo, está en nuestras manos replantearnos si de verdad debemos seguir todas las voces que continuamente hemos oído, dejar de tomar opiniones ajenas como propias, y así construir una opinión personal con base únicamente en nuestra voluntad, que nos permita no caer en el error de mantenernos imparciales ante situaciones que nos tocan de pleno. 

Porque ¿de qué nos sirve aglutinar un bagaje mayúsculo de información, si luego no tenemos el juicio necesario para analizar con lupa todo lo que leemos? Aunque las cosas no son ni blancas ni negras, hay cuestiones en las que uno no puede ser imparcial, no podemos mantenernos neutrales y ajenos al racismo, la violencia de género, la homofobia o la barbarie… Lo contrario es caer en la ignorancia más profunda. Del mismo modo, no tomar partido en temas actuales, como las redes sociales o la eutanasia, es un completo error.

Si lo que queremos es construir una postura independiente, una mirada propia, debemos acabar decididamente con nuestro espíritu desapasionado hacia la política. Sin duda, no podemos ser nosotros quienes contribuyamos a alimentar una preocupante ignorancia colectiva. 


Marcos Ezpeleta (2º Bach. B)

Comentaris

Entrades populars