Un canto a la diferencia

Nos definen como la generación millennial, caracterizada por la sobreprotección, el consentimiento y la tolerancia, entre otros aspectos. Sin embargo, parece que son estos los rasgos que explican el porqué de la célebre expresión que día a día escuchamos los más novatos en este mundo: “sois una generación que tiene la vida hecha”. 

Perfectamente, podríamos escuchar esta frase en boca de nuestros padres, quienes muchas veces nos recriminan la forma que tenemos de entretenernos actualmente, nuestra forma de vivir la vida, sin llegar a comprender en ocasiones qué es realmente ser joven hoy en día. Que se enteren: en la vida de un joven actual aquello que prevalece son las apariencias, donde simular ser lo que no eres es la base de una sociedad que juzga a quienes rompen los cánones aceptados por una mayoría. Y es que estos modelos creados por una sociedad corrupta son la llave que abre las puertas a la definición del concepto “joven”. Como era de esperar, aquellos que no encajen en este molde no conseguirán el codiciado acceso a la fiesta de la aceptación social. 

No obstante, somos muchos los que estamos cansados de la superficialidad que encuentra en las redes sociales el escenario perfecto para todas esas opiniones destructivas que únicamente provocan complejos y deterioran la salud mental de los que serán el futuro de esta sociedad. Algunos estudios recientes han demostrado cómo muchos trastornos de la conducta alimentaria tienen su origen en la angustia y la frustración que generan estas críticas vertidas en las redes sociales. Es más, en España, el suicidio ya es la primera causa de muerte no natural entre jóvenes de entre 15 y 29 años, tal y como muestran los datos del INE y como expone Carmen Barceló, psicóloga clínica del Hospital Quirón Salud de Málaga, porque viven oprimidos hasta el punto de llegar a pensar que la responsabilidad la tienen ellos, que la causa por la cual no son aceptados está en ellos mismos. 

Por eso, es necesario reivindicar el valor de lo diferente, lo extraño y lo peculiar. Al final, lo que realmente prevalece son los pequeños detalles que cada uno de nosotros poseemos y que marcan la diferencia, es decir, nuestra esencia individual. Si la historia nos ha demostrado que, como seres sociales, necesitamos estar en compañía, que necesitamos relacionarnos y vivir en simbiosis para poder prosperar, ¿por qué no hacemos más honestas, profundas y sanas estas relaciones? 

Llegados a este punto, resulta imprescindible que abramos los ojos y acabemos con estos roles y etiquetas tan negativas de incredulidad, hipocresía y cinismo tan arraigadas en nuestra generación para poder crear nuevas herramientas de comunicación que sean inclusivas y que beneficien a una mayoría social cada vez más diversa. 

En definitiva, es necesario que aquellos que se consideran adultos entiendan que no se puede equiparar su pasado con nuestro presente, porque los protagonistas y los tiempos son otros y, en consecuencia, los problemas también. No obstante, mi generación no debe olvidar que está en nuestras manos la creación de un mundo mejor y, para ello, es preciso un ejercicio de autocrítica para darnos cuenta de que debemos reconstruir de forma colectiva las bases sobre las cuales hemos sido educados, criados y -¿por qué no?- mimados.

                                                                                                                 Abdi Ferragut (2º Bach. C)

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