Claves para entender el conflicto de Afganistán
A lo largo del verano de 2021, los telediarios se llenaron de noticias sobre Afganistán, las redes sociales rebosaban de publicaciones solidarizándose con la situación de los y las afganas, que pronto verían cómo sus derechos más básicos eran reducidos a cenizas. Sin embargo, entre todo este mar de información es muy fácil perderse en los sucesos y desviarse del incidente principal. Por ello, a continuación hemos decidido responder algunas de las preguntas más frecuentes que nos encontramos al tratar este asunto.
¿Quiénes son los talibanes?
Los talibanes son un grupo de guerrilleros islamistas que surgió a principios de los años noventa en las escuelas islámicas de Pakistán, tras la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán en 1989.
El conflicto estalló diez años atrás, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán con el objetivo de colocar en Kabul a un gobierno comunista aliado, pero fue derrotada en 1986 por grupos de guerrilleros islámicos que contaban con el apoyo económico y político de los Estados Unidos, conocidos como “muyahidines''.
Tras su victoria, las diferentes facciones de los “muyahidines'' entraron en guerra por el control de Afganistán. Fue entonces cuando los talibanes, prometiendo anteponer los valores islámicos y luchar contra la corrupción, ganaron seguidores rápidamente y tomaron posesión de gran parte del país. A partir de este momento, en 1996, los talibanes declararon un Emirato Islámico, impusieron una estricta interpretación del Corán y prohibieron cualquier práctica religiosa rival.
Los talibanes controlaban gran parte de Afganistán, y a pesar que formaron ministerios y un marco de gobierno moderno, en el día a día era la voluntad de comandantes individuales y los mandatos religiosos los que condicionaban la vida de los afganos.
¿Qué ha pasado en Afganistán en los últimos meses y cómo surgió el conflicto?
El 11 de septiembre de 2001, Al-Qaeda llevó a cabo el mayor atentado terrorista jamás realizado en suelo estadounidense. Un mes más tarde del ataque, y tras la negativa por parte del grupo terrorista Al-Qaeda de entregar a su líder Bin Laden, quien dirigió el ataque a las Torres Gemelas, Estados Unidos, contando con el apoyo del Reino Unido, inició la operación ‘Libertad Duradera’, mediante la cual el gobierno estadounidense tomó las principales ciudades afganas, acabando así con la presencia del régimen talibán.
Este conflicto entre el grupo talibán y las fuerzas armadas de EEUU persiste durante los próximos veinte años hasta que, en febrero de 2021, el grupo militante islamista firmó un acuerdo de paz con Estados Unidos, mediante el cual accedieron a liberar a 5.000 combatientes del grupo talibán retenidos en cárceles afganas, a cambio de la excarcelación de 1.000 integrates de las fuerzas de seguridad afganas.
A pesar de haber firmado dicho acuerdo de paz, los conflictos armados en el país continuaron sucediendo de forma habitual hasta que a mediados de 2021, Donald J. Trump (el entonces presidente de los Estados Unidos) llegó a un acuerdo con los talibanes y declaró la retirada de las fuerzas armadas estadounidenses. Esta declaración fue respaldada por el nuevo presidente Joe Biden, que presidió el repliegue de dichas tropas.
Tras la retirada del ejército de EEUU, el grupo de guerrilleros islamistas fue ganando terreno en el país hasta que finalmente, el 15 de agosto se hicieron con el control de la capital. Fue así como Afganistán pasó a ser liderado por los talibanes, un grupo conocido por imponer en sus territorios una dura interpretación del Corán y aplicarla con castigos tales como amputaciones, azotes o ejecuciones en masa; por no tolerar cualquier otra práctica religiosa en su territorio, y por reducir la presencia de las mujeres a roles sociales muy limitados.
¿Cuáles son las consecuencias del conflicto?
Tal y como hemos explicado anteriormente, los talibanes se caracterizan por imponer una dura interpretación del Corán, limitando las libertades y derechos de las mujeres y niñas. La violencia ejercida contra las mujeres queda impune dado que estas no confían en las autoridades para denunciar por miedo a las represalias y la humillación que puedan recibir. Por otro lado, aquellas que deciden dar un paso al frente y denunciar estas situaciones son muchas veces presionadas por sus comunidades para retirar la denuncia o sus conflictos son resueltos al margen de la legalidad mediante “mediaciones”.
Sin embargo, los derechos de las mujeres no son los únicos que son impunemente violados; los derechos de la infancia también son constantemente quebrantados: los abusos sexuales a menores están a la orden del día mientras los perpetuadores quedan completamente impunes. Asimismo, el sistema educativo carece de oportunidades, y deja a una gran parte de la población sin acceso a una educación de calidad.
Dentro de este plano de falta de derechos y oportunidades, no es de extrañar que las libertades de expresión, de asociación y reunión de la población también se vean vulneradas: los y las periodistas expresaron su preocupación por la falta de protección ante los posibles ataques de grupos armados y las múltiples restricciones al acceso a la información. Por otro lado, como agravante de esta situación, en el Parlamento se deliberó sobre la posibilidad de crear diferentes leyes sobre reuniones públicas, medios de comunicación, huelgas y manifestaciones que limitarían aún más los derechos de asociación pacífica y libertad de expresión.
Desde nuestro punto de vista europeo y privilegiado, es muy fácil pensar que la mayor parte de los países en el mundo caminan poco a poco hacia la libertad, creando sociedades más humanitarias y regidas por la ética y la inclusión de todo tipos de colectivos. Es por ello que nos resulta impactante que haya sociedades que día a día den pasos atrás, caminando hacia un panorama que restringe constantemente los derechos de la población.
Pero estas sociedades existen por mucho que nos empeñemos en jugar al “si no lo veo no lo creo” y en mirar hacia otro lado, porque a pesar de que desde la comodidad de nuestro pedestal tengamos vistas a un mundo humanitario donde se respetan las libertades de la ciudadanía, la cruda realidad es muy diferente; y la problemática de Afganistán no es más que otra mancha de polvo que las sociedades privilegiadas escondemos debajo de la alfombra con la esperanza de que se solucione por sí sola.
Clara Chiner (2º Bach. B)
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